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sábado, 1 de diciembre de 2012

No fue 'una historia de amor como otra cualquiera'.

Cuando uno mejor escribe es cuando tiene insomnio.
En ese estado entre el sueño y la vigilia, ese estado como de borrachera sin alcohol, de aturdimiento mental, al menos a mí me sobreviene una multitud de pensamientos extrañamente clarividentes: a veces cuando más claras veo las cosas es cuando más turbia estoy yo.

La otra noche no podía dormir y tuve una idea buenísima para un post. Pensé debo levantarme y escribirlo ya o lo olvidaré pero era muy tarde y al día siguiente había mucho que hacer, de modo que opté por tratar de conciliar el sueño. En algún momento lo conseguí y la idea se esfumó de mi mente como un fantasma que desaparece con la luz del día.

Ahora, obviamente, me arrepiento de no haber salido de la cama y haberme puesto a escribir. No hay forma ni modo de que recuerde qué era lo que había estado pensando.

Sin embargo sí puedo recordar la conversación que esa misma noche me vino a la mente.

P.: Cuéntame cómo eras tú antes de todo eso. Descríbeme a la chica que eras, la vida que llevabas.

A.: Tenía dieciocho años. Era muy joven y lo sabía, era perfectamente consciente de que aún no era una adulta y lejos de ser algo que me molestase, me reconfortaba.
Pensaba que tenía toda la vida por delante. Que quería hacer algo importante. Deseché la Medicina en favor del Derecho y pensaba que algún día sería fiscal o jueza. Que limpiaría el mundo de escoria. Que sería como la hija de esa amiga de mi madre, V., que era jueza a quien una banda de narcos habían matado porque no dejó de investigar sobre ellos. Un mes después mataron a su hijo de dieciocho años también. Quería ser como ella, no amedrantarme ante nada.
Mi madre me dijo no hace poco que aquella fue una época feliz para ella: siempre estabas de buen humor, siempre te estabas riendo. Pensabas que podías con todo. Llevabas una vida normal. Siempre había amigos tuyos en casa, siempre te estabas riendo como una loca con ellos. La casa llena de gente joven, de carcajadas. Esa fue la época más feliz para mí.
Sí, llevaba una vida normal. Me daba tiempo a todo: a ir a la universidad, a quedar con mi noviete, con mis amigas, a salir por la noche, a estudiar..
Los viernes quedaba en el centro con mi mejor amiga para comer e ir de tiendas. Cada noche era especial y había que ir magníficas, de modo que recorríamos las tiendas en busca de las indumentarias ideales para esas noches. Que igualmente íbamos hechas un cuadro, pero bueno.
Luego veníamos a casa y seguíamos y seguíamos hablando, siempre teníamos mil cosas de las que hablar. Entrada la tarde comenzábamos a prepararnos entre risas, música, llamadas de teléfono. Nos cambiábamos de ropa cien veces, nos costaba muchísimo arreglarnos porque no podíamos dejar de reír.
Después salíamos y comenzaban los líos. Noches cortísimas de bailes, de confidencias, de pifias... y sobre todo de risas, de muchísimas risas.
Llegábamos a casa bien entrada la mañana y allí nos esperaba mi madre. Desayunábamos con ella mientras le contábamos las hazañas de la noche, siempre riendo, no dejando nunca de reír.
Después de asaltar la nevera y poner a mi madre al corriente de los hechos nos duchábamos y acostábamos.
Amanecíamos para comer, no me perdería un guiso de tu madre por nada en el mundo, amor, me decía. 
Al terminar de comer repasábamos lo sucedido la noche anterior e íbamos planeando la de ese día.
El Domingo se iba a su casa después de comer. Y el lunes vuelta la vida normal, siempre con la música de fondo, siempre conectadas por el móvil, no pasábamos un sólo día sin hablar.
Siempre riendo.


P.: ¿Eras feliz?


A.: Sí, lo era. Mucho. Sentía que lo tenía todo: al chico que había querido desde hacía años y sobre todo a ellos: mis padres y mis mejores amigas.
No me sentía sola en aquella época. Me sentía protegida, sentía que pasara lo que pasase los tenía a ellos y por eso valía la pena sonreír.
Ningún problema era importante, pensaba que podía con todo. Con el peor examen, con la mayor lagarta de ex de mi novio que no lo dejaba en paz... pensé que podía hasta con él.


P.: ¿Cómo empezó todo?


A.: No lo recuerdo con claridad. Hasta donde me alcanza la memoria recuerdo que me llamó una tarde por teléfono (no recuerdo de dónde lo sacó) para que cenase con él. Al decirle que no comenzamos a discutir.
¡No discuto con mi novio y tengo que hacerlo contigo que no te conozco!, recuerdo que le dije.
Al final creo recordar que le colgué y pensé que no volvería a saber de él pero no fue así. Siguió escribiéndome y llamándome.


P.: ¿Qué pensabas tú de él en aquél momento?



A.: Que era un friki. Un tipo muy raro. No sólo no me gustaba sino que me caía mal. No me daba buena espina.


P.: Pero aún así, en algún momento, terminaste por cenar con él...


A.: Sí. Mi novio me había hecho algo que no me había gustado y él me pilló por banda, creo que fue por Messenger, en aquella época era lo que se llevaba. No sé quién propuso quedar, el caso es que una hora más tarde lo estaba esperando para tomar algo. 


P.: ¿Algo fue distinto ese día? ¿Dejaste en ese momento de verlo como un peligro?


A.: Supongo que sí. Probablemente porque estaba enfadada con mi novio, estuve más receptiva con él. Me hizo reír. Me parecía un reverendo imbécil pero me hacía reír. Me hizo gracia.


P.: Te parecía un imbécil ¿y eso te hacía gracia?


A.: Sí. Te explico: parecía estar por encima del bien y del mal, parecía estar en posesión de la verdad absoluta. Se vendía muy bien: como si realmente pensase que era la pera la limonera y valía la pena conocerlo. Aquello me hacía gracia, nunca había conocido a nadie tan poco agraciado a la par que seguro de sí mismo en mi vida.


P.: ¿Y eso te hizo gracia? El tipo es feo y raro como él sólo pero tiene labia y es graciosillo, ¿no? Esas eran sus armas. Sí, como recurso no está mal, hay que reconocérselo.


A.: No, nada mal.


P.: Vale. A ver si te sigo. Te cabreas con tu novio, éste aprovecha la coyuntura y quedáis y el tío te hace gracia porque aunque es un friki se cree lo más, ¿es eso, no? Vale, ¿qué pasó después?


A.: Llegó la época de los exámenes. Me pilló en vísperas de un examen de Economía que me llevaba por la calle de la amargura. Se lo conté y me ofreció quedar y ayudarme con el examen. Estudiábamos la misma carrera sólo que él estaba dos cursos por encima de mí así que me pareció buena idea quedar con él y que arrojase un poco de luz sobre mi cacao mental.
El caso es que nuevamente me hizo reír mucho. Lo pasé bien. El tío parecía listo. Peor, parecía inteligente. Y graciosete.


P.: Y entonces empezaste a quedar más con él.


A.: Sí. Se me fue de las manos. No sé cómo ocurrió pero de pronto yo ya no estaba con mi novio, era verano, mi novio me había mandado a freír espárragos y yo quedaba a diario con él. No sé cómo sucedió, simplemente fue así.


P.: Vale, ¿entonces no empezaste a salir con él aún, no? ¿Cuándo empezasteis ya de novios?


A.: Esto también tiene su gracia. Me fui de vacaciones a la playa. Un día, sin más ni más, un amigo de mi ex se enteró de que habíamos cortado y sin previo aviso se plantó en la playa a ver si caía la breva.
Al llegar a casa él me llamó, siempre me llamaba por la noche.


P.: Espera.. un tío que no es tu novio ¿te llama cada noche?


A.: Y cada mañana. Y cada rato.


P.: Vale...


A.: El caso es que le dije que lo del amigo éste de mi ex y se puso como un loco, que de qué iba ese tío, que yo también había que ver, quedar con él (¡yo no había quedado con él, el tipo se plantó donde yo estaba por sopresa!) y total, que al día siguiente a las cuatro de la tarde lo tenía a él también en la playa.


P.: Así sin más, se cabrea por lo del otro chico, coge y se va él también. Olé.


A.: Así mismo. Total, que llegó hecho un basilisco. Yo no entendía muy bien nada pero bueno. Es decir, podía entender que el otro chico le estuviese pisando lo fregao, hablando en plata, pero ¿qué culpa tenía yo? ¿Por qué se cabreaba conmigo?
En fin, que desde las cuatro de la tarde a las once de la noche tuvimos bronca. Estábamos en un chiringuito en la playa, mi mejor amiga, su novio -bastante mayor que nosotros y policia- él y yo.
Él me llevaba y me traía por la orilla del mar mientras seguía con su interminable cabreo. Estaba muy, muy alterado, cada vez más.
Desde el chiringuito el novio me amiga me hizo señas para que fuese y fui. Eso desató más aún su ira y se armó un cisco como no había visto en mi vida.
Les pedí a mi amiga y su novio que se marcharan y él me dijo que de ninguna manera, que no me dejaba allí sola con el energúmeno. Me dijo algo que jamás olvidaré: si nos vamos te va a pegar. Este tío es muy capaz de pegarte, ¿no lo ves? Se controla porque estás con gente pero si nos vamos de un mal golpe te puedes matar en esas rocas. No me voy, no te dejo sola con este tío. Y es más, procura no volver a verlo más. Es peligroso. Es mi trabajo, sé lo que te digo. Este tío es peligroso y yo no te dejo sola con él.


P.: ¿Qué pensaste tú en ese momento de esas palabras?


A.: Que exageraba. Que simplemente el tío estaba un poco atacao de los nervios porque sentía que le pisaban el suelo que llevaba meses fregando y por eso estaba un poco histérico. Pero que no sería capaz de hacerme nada malo.


P.: Sígueme contando.


A.: No recuerdo cómo acabó aquella noche, recuerdo los días siguientes. Fueron bonitos. No hicimos nada del otro mundo pero íbamos aquí y allá a ver cosas y tal.
Una noche, no sé de qué hablábamos ni por qué, le dije que yo no me volvería a enamorar. Que mi ex me lo había hecho pasar mal y que no quería volver a enamorarme. Pollo al canto otra vez.


P.: ¿Cuánto hacía que tu ex te había dejado?


A.: Un mes.


P.: Claro, un mes después tú ya debías de tener plena disposición para volver a enamorarte... en fin.


A.: Exacto. Me preguntó qué pasaba con él entonces y le dije que era muy pronto todavía, que quería disfrutar del verano y pasármelo bien con mis amigas de la playa -a las que no veía en todo el año- y que al volver a la ciudad veríamos. Le sentó fatal y se volvió a liar. Algo volvía a no parecerme normal en todo aquello: tanto discutir, tanto nerviosismo, tan poca paciencia.. Pero claro, él se había plantado allí a marcar el territorio y no podía no quedar con él, por fuerza tenía que hacerlo. Por fuerza y porque, cuando quería, era genial. Me hacía reír, me descubría sitios nuevos, música nueva, siempre tenía algo que contar, algo de lo que hablar. Y me miraba como si me estuviese viendo. No me veía, me miraba. Ver y mirar no son sinónimos, son dos cosas muy distintas.


P.: A todo esto... ¿habíais llegado a la cama ya?


A.: No, ni mucho menos. 


P.: Por el tema del Opus y tal, ¿no?


A.: Sí, pero no tardó mucho en llegar.


P.: Sigue.


A.: Volvimos a la ciudad. Sus padres estaban fuera de vacaciones así que muchas tardes me llevaba allí a ver una peli o a cenar por allí cerca. 


P.: Y entonces, pasó.


A.: Sí. Sin venir mucho a cuento.


En este punto P. me pidió que le contase cómo había sido pero obviamente no voy a contar eso aquí.


P.: ¿Sientes que utilizó el sexo para engancharte?


A.: Sí. Después de aquello era como mi obligación salir con él. Por aquél momento él ya me importaba lo suficiente como para no querer hacerle daño y tenía la suficiente poca experiencia en cuanto al sexo como para pensar que ya que me había acostado con él tenía que salir con él en serio. Ya sabes, por el tema de ser una guarra, tal y aquello. Era muy joven y sabía muy poco de la vida aún.


P.: Y cuando él sintió que te tenía todo fue a peor, ¿no?


A.: Sí.


P.: Te has preguntado muchas veces por qué tú, ¿verdad? Dime, por qué tú.


A.: Por mi forma de ser. Él es listo, se cree muy inteligente, funciona por retos. De modo que no era lo mismo coger a una pobre pavita pánfila que es facilmente moldeable y manejable que convertir en un trapo a una tía que está encantada de vivir y de ser como es, que cree que puede comerse el mundo y que nada puede con ella.
Eso fue lo genial de todo: poder conmigo lo hacía crecerse. Nada ha podido contigo, no, pero yo voy a poder.


P.: Al menos eres consciente de ello.


A.: Sí, pero me costó muchos años entenderlo. Creía que era más inteligente y menos mala persona.


P.: ¿Más inteligente?


A.: Sí, verás: lo inteligente es, si ves que una chica así se enamora de ti y te llega a querer con locura, controlar tus instintos más bajos y cuidarla. Darle razones para seguir contigo. No sabotearte a ti mismo y hundirla en la mierda para que te deje.
Cuando tienes algo bueno en tu vida, alguien que te ama, lo inteligente es cuidarlo y mantenerlo, no destruirlo.


P.: Sí, en eso tienes razón. Silencio. De modo que ahora sabes por qué fuiste tú. Porque eras fuerte. Porque creías que lo tenías todo y de hecho, estás en lo cierto, lo tenías. Una vida social, buenas amigas, una familia estable, una carrera... Sí, era quitarte todo eso lo que le hacía bien a él. Convertir a una tía que lo tiene todo y lo sabe en su esclava. Está bien que lo sepas.
Te diré también que las relaciones basadas en las discusiones que acaban en la cama son muy adictivas, no es culpa tuya. Te enamoraste y él utilizó una combinación perfecta: peleas y sexo. Así fue como te enganchó, utilizaba ambas cosas para hacerte sentir mal y mantenerte atada a él.


A.: Sí, eso también lo sé.


P.: ¿Has dejado de sentirte culpable por ello?


A.: No. Debí de haber sido más inteligente. Debí de haberme dado cuenta de lo que estaba haciendo conmigo. Debí de ser más fuerte.


P.: Pero sabes que no era tan fácil, que te tenía cogida y bien cogida con el machaqueo psicológico.


A.: Sí. Eres lo puto peor, estás loca. Esas eran sus dos frases preferidas. Luego también el tema de que era una puta por no ser virgen cuando llegué a él (como si me hubiese acostado con un ejército entero). Tantas y tantas cosas..


P.: Anularte como persona, dejarte sin autoestima ninguna, es parte del proceso, imagino que ya lo sabes.


A.: Sí. Pero no por saberlo duele menos.


P.: ¿Duele por él o por ti?


A.: Al principio por él. Ahora por mí. Por haberme dejado hacer aquello. Por no haber tenido ovarios suficientes, en cuatro años, para salir de aquello. Yo, que creía que me iba a comer el mundo. Yo, que no lloraba más de diez minutos por ningún chico. Yo, que tenía al tío que quería cuando lo quería y controlaba siempre las situaciones. Yo, que al fin y al cabo era una cría. 


P.: Exacto, eras muy joven y él muy poderoso. ¿Qué es lo que no te perdonas?


A.: No poder volver a ser la persona que fui antes de todo aquello. La inocencia sé que nadie me la va a devolver, con eso no cuento. Es el resto. Las ganas de vivir, el pensar que puedo con todo, el tener la mente más fría, ser más cabal, ser más luchadora, pensar que no hay más límites que los que yo sola me marque. El ser libre.


P.: ¿No te sientes libre?


A.: No. Me siento presa de la persona que soy ahora. Alguien a quien no reconozco. Esta no soy yo. No puedo ser yo. Esto es sólo lo que él ha dejado de mí. Y me niego a aceptarlo, me niego a aceptar ser el residuo de lo que él hizo conmigo, quiero volver a ser yo, quiero volver a estar orgullosa de mí misma y volver a reconocerme. Quiero volver a tener la fuerza que tenía antes.


P.: Y eso es lo que no te perdonas, ¿verdad? No volver a ser como fuiste.


A.: Eso es. No quiero ser unicamente lo que él dejó de mí.


P.: Para volver a ser la persona en la que te reconoces primero tienes que perdonarte.


Y aquí es donde termina este post y comienza otro que, paradojicamente, escribí meses atrás.

Éste es el comienzo de la historia. Pero ahora la historia terminó y por mí y por ellos debo de aferrarme a lo que ellos me dan, a la ayuda que me brindan día a día y armarme de la fuerza y el valor suficientes para volver a ser yo.
Si es que se puede volver a ser la persona que se fue un día, antes de que la persona amada lo asesinase a uno lenta y dolorosamente.

Si tienes curiosidad por leer una pequeñísima parte de las lindezas que este ser humano (no es un hombre ni mucho menos) me hizo, aquí te las dejo.
Es sólo una mínima parte de todo aquello. Pero quizás te sirva para hacerte una difusa y débil idea de por qué ahora es tan difícil para quien escribe volver a ser quien fue: No fue una historia como otra cualquiera. Ni mucho menos de amor.

3 comentarios:

  1. Vaya, me encuentro con esto y digo "Soy yo", eso si, yo con 30 tacos, historia parecida, parecida en tí, la autora, tu personalidad, carácter y el mío. ¿Sabes? yo también estudié derecho, era una tia fuerte, capaz de todo, invencible, una chica razonable, tolerante, pero no tonta, hasta que en mi vida se cruzó un ser, del que aún sigo enganchada, pero ya no está, me dejó, algún día se lo agradeceré a día de hoy, no veo más allá de mis sentimientos.

    A lo que iba, que me pierdo, que yo ya no soy yo, ya no soy esa chica feliz, graciosa, con ganas de vivir, con ganas de comerme el mundo, ya no queda nada de eso, no me marco retos, me he vuelto solitaria, me veo incapaz de todo, ¿por qué esto no puede cambiar?

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    1. Primero y principal, MIL PERDONES por la demora en contestar pero soy un desastre moderando los comentarios, encontrándolos luego, etc. Si es que yo era más de diario de lápiz y papel...

      Te diré que sí puede cambiar. Yo cambié cuando asumí que ese chico podía o no tener razón en cuanto a que él era lo que yo me merecía pero me di cuenta de que, como dice la canción, "puede ser que lo merezco pero no lo quiero así que me voy".
      Decidí que quería una vida mejor, una "yo" mejor. Y cuando menos lo esperaba encontré a mi actual pareja que me ayudó muchísimo.

      No obstante, por experiencia propia, te diré que por mucho que amiga/os y parejas te puedan ayudar, tienes que perdonarte tú a ti misma, identificar en qué has cambiado y planear una estrategia factible que te permita, poco a poco, ir cumpliendo retos hasta que tengas la suficiente confianza en ti misma y autoestima como para perdonarte y volver a quererte.
      Sé por experiencia que el amor de mis padres, de mis amigos y de mi pareja no ha sido suficiente y tengo que trabajar yo en perdonarme y en quererme a mí misma para poder volver a sentirme fuerte y libre. Cuando te sientes fuerte, cuando sientes el suelo bajo tus pies, bien pegadito

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    2. [...] y te sientes libre de ser quién y cómo quieras, te irás soltando poco a poco y serás la versión mejorada de la chica que solías ser, te habrás hecho más madura, más astuta, más fuerte, habrás aprendido a conocerte mejor y serás la bomba.
      Sólo tienes que perdonarte por lo que sea que sientas ahora y no echarte a ti misma la culpa de nada, eres VÍCTIMA, no culpable. Peeero, el papel de víctima de las películas siempre me ha parecido patético y nosotras queremos ser las Reinas Del Mambo que éramos, no Marías Magdalenas. Así que para ello hay que plantar los ovarios encima de la mesa y luchar. Vamos a ser mucho mejores que las chicas que una vez fuimos, porque nos lo merecemos y porque lo queremos. ¿¿¿Estás conmigo???

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