Contacto

Ponte en contacto conmigo: diariodeundramaanunciado@gmail.com

miércoles, 12 de septiembre de 2012

Sí es hacer el amor.

Desear.
Mirar.
Dudar.

El corazón latiendo a mil por hora.
Las manos sudorosas.

Miedo.
Nervios.

Un beso, tímido. Sólo un roce, labio con labio.
Un roce un poco más largo, sentir la presión de tus labios contra los míos.

Calor. Humedad. Rozar mi lengua con la tuya.

Mirarte a los ojos. Leerte los ojos.

Tus manos en mi cintura, llevándome contra ti, contra tu pecho. Y sentir el latido fuerte y rápido de tu corazón.

No saber de quién es la saliva que se desliza por mi boca, tuya, mía, de los dos...

Morderte.
La mandíbula, el lóbulo de la oreja, los labios, el cuello.

Y después lamerte. Cada parte de tu rostro, cada curva de tu oreja. Tus dedos entrelazados con los míos. Los aprieto muy fuerte, casi tanto que me hago daño.

Sigo tu respiración.

Te quema la piel, estás ardiendo.

Pequeñas perlitas de sudor coronan tu frente. Las lamo también. Quiero comérmelo todo de ti, todo lo que tienes, todo lo que has tenido, todo lo que eres y todo lo que has sido lo quiero para mí aquí y ahora.

No sé dónde he mandado a parar tu camiseta, sólo sigo el rastro de lo que hasta hace poco cubría.
La clavícula, sobresaliente. Los hombros, huesudos, pálidos. La Triada. La beso. La observo. Intento grabar ese mapa en mi mente, su localización exacta, su color, su tamaño. La vuelvo a besar. Esa es La Triada en la que yo estaba destinada a perderme, empiezo a entenderlo todo.

Tus brazos, largos, fibrosos, suaves. Las manos ásperas, firmes. Me dan confianza tus manos, siento que si quisieras podrías agarrarme muy fuerte con ellas. Que si quisieras podrías no dejarme caer nunca más, que podrías sujetarme entre ellas para siempre.
Desando el camino hacia arriba y vuelvo a tu cuello, me encanta tu cuello.

Reemprendo la bajada.

Tu pecho, casi infantil. Tu caja torácica, muy marcada. Me esfuerzo por lamerte tanto que mi lengua pueda llegar hasta tus costillas, hasta tu corazón.
Porque lo que de verdad quiero es comerte el corazón a bocados.

Te araño el pecho mientras me deslizo hacia abajo. Hacia la línea que separa la piel del tejido rugoso que recubre tu cadera, tus muslos. Me mantengo en esa línea unos segundos, todos los que soy capaz de aguantar porque sé que si paso esa línea ya no habrá vuelta atrás.
Para qué nos vamos a engañar, hace tiempo ya que para mí no hay vuelta atrás.

Un botón. Otro.

Me giras y te pones sobre mí, entrelazas tus manos con las mías y las llevas por encima de mi cabeza. Me besas. Me miras a los ojos. ¿Hasta dónde quieres llegar? Hasta donde tú me lleves.

Me quitas la ropa, lanzas también tu pantalón fuera de la cama.

No sé qué estoy haciendo pero sí sé lo que quiero hacer: recorrer cada palmo de tu cuerpo, cada milímetro de tu piel. Quiero que no quede un sólo poro que no haya lamido, que no haya acariciado. Quiero que cuando salgas de esa cama y camines en dirección contraria, dándole la espalda y dejándola atrás, dejando atrás esa noche, ese momento, ese sentimiento, cuando nos des las espalda a los tres, quiero que cada parte de tu cuerpo grite mi nombre. Que huela a mí, que sepa a mi saliva y a mi sudor, que la carne te queme y te lata bajo las heridas que yo te he hecho con mis uñas.
Quiero borrar todo lo que hubo antes que yo. Quiero que sientas que estoy contigo, que te llevas algo de mí. Que estoy intentando con todas mis fuerzas quererte aunque sólo sea un momento. Que sientas que si me dejases podría quererte cada noche -y cada día también, no te lo voy a negar- de lo que me quede de vida.

Cualquier persona normal habría pensado en desplegar mil y una artes entre tus miembros, yo en cambio no puedo pensar en darte placer, quisiera hacerlo pero siento que no puedo, que sólo puedo intentar recorrerte, comerte entero, llenarme de ti, que seas mío aunque sólo sea por un momento. Mío, todo mío, sólo mío.
Yo sólo quiero chillar, quisiera pegarte y obligarte quisiera hacerte daño, mucho daño... y en cambio me da miedo rozarte, me da miedo decirte nada, me da miedo mirarte a los ojos. En cambio sólo puedo hacer y deshacer el mismo camino una y otra vez, el camino que separa tu cabello del último dedo de tus pies, de la última uña de tus manos.
Quiero memorizar ese camino, quiero poder ser capaz de recordarlo cada vez que quiera -y desgraciadamente cada vez que no quiera también-, quiero recordar cada pliegue, cada marca, cada lunar, cada movimiento que haces cuando te toco, cada cambio en tu respiración. Quiero grabarlo todo en mi mente de manera insana, obsesiva.

Sigo la línea de tu cadera, prominente. La muerdo, la lamo. Te huelo, suave, dulce. Como tú cuando quieres. Como tú cuando me conquistas.

Me caigo por tus piernas que son infinitas. Podría tardar horas en hacerme con ellas, horas mordisqueándote los muslos, las rodillas, lamiéndote hacia abajo, los tobillos, finos y breves, el empeine del pie, grande, fuerte. Los dedos ásperos, fuertes.

Te retuerces. Respiras fuerte. Quisiera ahogarte, apretarte el cuello muy fuerte y que te fueses así, conmigo, que yo fuese lo último que hubieses visto, que hubieses sentido.

Te recompones, me tumbas, me besas, me acaricias. Juegas conmigo. Sea lo que fuere lo que había estado haciendo contigo se ha terminado. Tienes toda la pinta de querer divertirte un rato conmigo. Te dejo hacer, comprendo que no tiene sentido intentar luchar contra ti, que desde el principio tú has sido más fuerte que yo y no hay escenario posible en el que te pueda ganar.

Me someto. Me voy, me alejo. Vuelvo a la playa, vuelvo a ver tu cara, a ver tu sonrisa, a oir tus carcajadas.

Me manejas. Me das la vuelta, me subes, me bajas, me manipulas a tu antojo y yo no tengo fuerzas para rechistar. Sólo confío en ti y te dejo que lo hagas, te sigo hasta donde tú me lleves.

Catarsis. Mareo. Calma. Miedo.

Te vistes, reemprendes el camino de vuelta. Me dejas. Las sábanas huelen a ti, a tu pelo, a los dos litros de perfume que te habías puesto y yo me he comido.

Me duermo esperando con todas mis fuerzas que tu olor siga ahí por la mañana. Y que me lo vuelvas a traer por la noche, por si se ha evaporado. Para que mis sábanas huelan a ti cada madrugada.

Eso, cariño mío, es hacer el amor.

4 comentarios:

  1. Magistral descripción del amor y, sobre todo, la pasión más fuerte y hermosa...con la que todos hemos soñado alguna vez y pocos consiguen saborear, tan sólo soñarla.

    Tremendo...tanto, que duele.

    Chapeau!

    ResponderEliminar
  2. Jo, muchas gracias a los dos...

    Tu comentario me deja alucinada querida, mil gracias, celebro que te haya gustado :*)))

    ResponderEliminar