Contacto

Ponte en contacto conmigo: diariodeundramaanunciado@gmail.com

domingo, 2 de septiembre de 2012

Saber que tienes una mala mano y aún así arriesgarlo todo. Y obviamente, perder.

Comentábamos una amiga y yo que cuando uno hace un viaje se abre una extraña dimensión temporal: cuando llegas al lugar de destino parece que hace eones que te fuiste del lugar de origen y cuando vuelves a él parece que nunca te hubieras ido, que no ha existido ningún viaje, que todo lo has soñado.

Así me siento yo ahora. Me da la sensación de haber perdido diez días de mi vida, de no haberme ido nunca a ninguna parte. Parece que todo lo que ocurrió en ese viaje no fue real, que lo soñé una noche.

No soy capaz de recordar nada con claridad, los días se entremezclan unos con otros, los recuerdos son difusos, no puedo ver ninguna cara, no puedo recordar ninguna conversación con exactitud.

Sé que hubo cosas que ocurrieron pero no guardo ningún recuerdo de cómo sucedieron, flashes borrosos, en cuanto intento fijar una imagen en mi mente se desvanece, si intento reconstruir alguna conversación pierdo las palabras antes de poder hilarlas. No sé cómo llegué allí, no sé cómo llegué a aquello, no sé cómo todo se fue desmoronando poco a poco.
Supongo que es lo que ocurre con los castillos de naipes, basta un movimiento un poco brusco, un ápice de aire para que se desmoronen.

Nada fue nunca real, tal vez por eso no puedo recordarlo. Tal vez todo pasó en una dimensión paralela que nada tiene que ver con ésta. Quizá no era yo misma, quizá era mi yo en esa otra dimensión quien vivió todo aquello.

Ahora he vuelto a mi dimensión real, tangible, y todo aquello no es más que el residuo de un viaje sí, de un viaje astral, de un viaje en sueños, de un viaje no real al fin y al cabo.

Nada fue nunca real, tal vez por eso no puedo recordarlo. He perdido diez días de mi vida. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario