Contacto

Ponte en contacto conmigo: diariodeundramaanunciado@gmail.com

sábado, 15 de septiembre de 2012

I'm wishing on a star to find out where you are.

... Y que en algún momento, en algún lugar, nos volvamos a encontrar.

Volver a ver tu mirada, esa mirada, esa sonrisa, no perder la esperanza, no perder la ilusión.

Y dejar nuestras huellas en la arena, respirar la sal del mar de tu piel.

Volver allí, al bronce y al negro, al silencio y a la risa, al miedo y al deseo. Al deseo que es peligroso, como un precipicio. Pero que te atrae, como el vacío.

Y que todo empiece otra vez como si nada hubiera nunca sucedido, como si esto sólo hubiera sido el bug de un sueño perfecto una noche de invierno. Reescribirlo todo, hacer yo el guión sin lugar para la decepción. Que sea mi nombre el que susurras, que sean mis ojos los que te miran desde detrás de tu propia retina, mi pelo, mis labios, mi cuerpo con los que te encuentras cuando te duermes. Que sea yo y sólo yo quien te duela, yo y sólo yo quien pueda darte alivio.

... Y que en algún momento, en algún lugar, nos volvamos a encontrar.

miércoles, 12 de septiembre de 2012

Sí es hacer el amor.

Desear.
Mirar.
Dudar.

El corazón latiendo a mil por hora.
Las manos sudorosas.

Miedo.
Nervios.

Un beso, tímido. Sólo un roce, labio con labio.
Un roce un poco más largo, sentir la presión de tus labios contra los míos.

Calor. Humedad. Rozar mi lengua con la tuya.

Mirarte a los ojos. Leerte los ojos.

Tus manos en mi cintura, llevándome contra ti, contra tu pecho. Y sentir el latido fuerte y rápido de tu corazón.

No saber de quién es la saliva que se desliza por mi boca, tuya, mía, de los dos...

Morderte.
La mandíbula, el lóbulo de la oreja, los labios, el cuello.

Y después lamerte. Cada parte de tu rostro, cada curva de tu oreja. Tus dedos entrelazados con los míos. Los aprieto muy fuerte, casi tanto que me hago daño.

Sigo tu respiración.

Te quema la piel, estás ardiendo.

Pequeñas perlitas de sudor coronan tu frente. Las lamo también. Quiero comérmelo todo de ti, todo lo que tienes, todo lo que has tenido, todo lo que eres y todo lo que has sido lo quiero para mí aquí y ahora.

No sé dónde he mandado a parar tu camiseta, sólo sigo el rastro de lo que hasta hace poco cubría.
La clavícula, sobresaliente. Los hombros, huesudos, pálidos. La Triada. La beso. La observo. Intento grabar ese mapa en mi mente, su localización exacta, su color, su tamaño. La vuelvo a besar. Esa es La Triada en la que yo estaba destinada a perderme, empiezo a entenderlo todo.

Tus brazos, largos, fibrosos, suaves. Las manos ásperas, firmes. Me dan confianza tus manos, siento que si quisieras podrías agarrarme muy fuerte con ellas. Que si quisieras podrías no dejarme caer nunca más, que podrías sujetarme entre ellas para siempre.
Desando el camino hacia arriba y vuelvo a tu cuello, me encanta tu cuello.

Reemprendo la bajada.

Tu pecho, casi infantil. Tu caja torácica, muy marcada. Me esfuerzo por lamerte tanto que mi lengua pueda llegar hasta tus costillas, hasta tu corazón.
Porque lo que de verdad quiero es comerte el corazón a bocados.

Te araño el pecho mientras me deslizo hacia abajo. Hacia la línea que separa la piel del tejido rugoso que recubre tu cadera, tus muslos. Me mantengo en esa línea unos segundos, todos los que soy capaz de aguantar porque sé que si paso esa línea ya no habrá vuelta atrás.
Para qué nos vamos a engañar, hace tiempo ya que para mí no hay vuelta atrás.

Un botón. Otro.

Me giras y te pones sobre mí, entrelazas tus manos con las mías y las llevas por encima de mi cabeza. Me besas. Me miras a los ojos. ¿Hasta dónde quieres llegar? Hasta donde tú me lleves.

Me quitas la ropa, lanzas también tu pantalón fuera de la cama.

No sé qué estoy haciendo pero sí sé lo que quiero hacer: recorrer cada palmo de tu cuerpo, cada milímetro de tu piel. Quiero que no quede un sólo poro que no haya lamido, que no haya acariciado. Quiero que cuando salgas de esa cama y camines en dirección contraria, dándole la espalda y dejándola atrás, dejando atrás esa noche, ese momento, ese sentimiento, cuando nos des las espalda a los tres, quiero que cada parte de tu cuerpo grite mi nombre. Que huela a mí, que sepa a mi saliva y a mi sudor, que la carne te queme y te lata bajo las heridas que yo te he hecho con mis uñas.
Quiero borrar todo lo que hubo antes que yo. Quiero que sientas que estoy contigo, que te llevas algo de mí. Que estoy intentando con todas mis fuerzas quererte aunque sólo sea un momento. Que sientas que si me dejases podría quererte cada noche -y cada día también, no te lo voy a negar- de lo que me quede de vida.

Cualquier persona normal habría pensado en desplegar mil y una artes entre tus miembros, yo en cambio no puedo pensar en darte placer, quisiera hacerlo pero siento que no puedo, que sólo puedo intentar recorrerte, comerte entero, llenarme de ti, que seas mío aunque sólo sea por un momento. Mío, todo mío, sólo mío.
Yo sólo quiero chillar, quisiera pegarte y obligarte quisiera hacerte daño, mucho daño... y en cambio me da miedo rozarte, me da miedo decirte nada, me da miedo mirarte a los ojos. En cambio sólo puedo hacer y deshacer el mismo camino una y otra vez, el camino que separa tu cabello del último dedo de tus pies, de la última uña de tus manos.
Quiero memorizar ese camino, quiero poder ser capaz de recordarlo cada vez que quiera -y desgraciadamente cada vez que no quiera también-, quiero recordar cada pliegue, cada marca, cada lunar, cada movimiento que haces cuando te toco, cada cambio en tu respiración. Quiero grabarlo todo en mi mente de manera insana, obsesiva.

Sigo la línea de tu cadera, prominente. La muerdo, la lamo. Te huelo, suave, dulce. Como tú cuando quieres. Como tú cuando me conquistas.

Me caigo por tus piernas que son infinitas. Podría tardar horas en hacerme con ellas, horas mordisqueándote los muslos, las rodillas, lamiéndote hacia abajo, los tobillos, finos y breves, el empeine del pie, grande, fuerte. Los dedos ásperos, fuertes.

Te retuerces. Respiras fuerte. Quisiera ahogarte, apretarte el cuello muy fuerte y que te fueses así, conmigo, que yo fuese lo último que hubieses visto, que hubieses sentido.

Te recompones, me tumbas, me besas, me acaricias. Juegas conmigo. Sea lo que fuere lo que había estado haciendo contigo se ha terminado. Tienes toda la pinta de querer divertirte un rato conmigo. Te dejo hacer, comprendo que no tiene sentido intentar luchar contra ti, que desde el principio tú has sido más fuerte que yo y no hay escenario posible en el que te pueda ganar.

Me someto. Me voy, me alejo. Vuelvo a la playa, vuelvo a ver tu cara, a ver tu sonrisa, a oir tus carcajadas.

Me manejas. Me das la vuelta, me subes, me bajas, me manipulas a tu antojo y yo no tengo fuerzas para rechistar. Sólo confío en ti y te dejo que lo hagas, te sigo hasta donde tú me lleves.

Catarsis. Mareo. Calma. Miedo.

Te vistes, reemprendes el camino de vuelta. Me dejas. Las sábanas huelen a ti, a tu pelo, a los dos litros de perfume que te habías puesto y yo me he comido.

Me duermo esperando con todas mis fuerzas que tu olor siga ahí por la mañana. Y que me lo vuelvas a traer por la noche, por si se ha evaporado. Para que mis sábanas huelan a ti cada madrugada.

Eso, cariño mío, es hacer el amor.

martes, 11 de septiembre de 2012

Mi teoría sobre el universo.

Hay momentos en los que uno se satura y no sabe por dónde tirar.

Me fui a la playa para desconectar de todo esto. Esperaba días de sol y playa, de paz, de helados y de calma. Y me conecté a otra mierda aún peor.
Y me repatea, me repatea mucho porque la playa siempre había sido mi jardincito Zen, mi sitio de reposo y desconexión. Y ahora sé que no podré volver porque tampoco estaré tranquila allí, ya lo he comprobado.

No sé a dónde ir. Estoy colapsada y quiero huir, quiero huir de todo y todos y no puedo porque mi jardín Zen se ha llenado de oscuridad y de espinas y no me queda ningún sitio al que poder acudir para refugiarme.

Sólo siento que estoy cansada de todo y de todos, que no tengo ganas de nada más que de correr, de correr muy rápido y llegar muy lejos, muy lejos de aquí. Muy lejos de vosotros, que con vuestras actitudes y también con las cosas que no hacéis me herís.
De los mono temas, de escuchar siempre lo mismo, cada uno con su rollo como si yo no tuviese ningún quebradero de cabeza.

Los tengo pero no hablo de ellos porque no puedo. ¿A quién se los cuento? ¿Quién los va a entender? ¿De qué va a servir que diga nada, que comparta lo que me reconcome? ¿Quién me pregunta a mí cómo estoy yo, qué tal me va a mí? La única, la de siempre, que para el caso también tiene lo suyo y no me siento cómoda compartiendo mis chorradas con ella.
Nadie más me pregunta cómo estoy yo, cómo me va, qué tal todo, nadie. No sé si la gente da por hecho que estoy bien o que les importa un carajo cómo esté.
Cada uno piensa que es el centro del universo y que yo gravito entorno a ellos, que sus problemas son los únicos que importan y ni caen en un simple qué tal te va a ti, siquiera por cortesía.

No tengo vida, estoy destinada a vivir la de los demás. Hasta que me canse. Hasta que encuentre algo que me apasione, en lo que sea realmente buena... y me motive lo suficiente como para ocuparme de ello y empezar a vivirlo, a vivir MI propia vida y os deje a todos a un lado.

One day I'll fly away / Leave all this to yesterday.

Sí, algún día me iré y todo esto no será más que un recuerdo. Ojalá ese día sea hoy o sea mañana. Porque necesito desesperadamente huir de todo. De vosotros.

viernes, 7 de septiembre de 2012

Mi Tiíca.

A veces en la vida uno redescubre a gente. Gente que siempre había estado ahí pero de la cual por un motivo u otro te acabaste distanciando.
Y entonces ocurre algo, lo que sea, la más tonta de las cosas y recuperáis el contacto. Y te das cuenta de que esa persona va a ser especial.
Me ha pasado dos veces este verano: una de ellas salió mal, qué le vamos a hacer, no se puede ganar siempre. Pero la otra salió muy bien.
Y de eso va este post.

De las trasnochás, noches de cervezas, velas, cenas rápidas, confesiones, puesta al día, risas sin fin.
De los vídeos.
De las fotos.
De la complicidad.
Del sentimiento de que no ha pasado el tiempo, de que todo el que pasaste lejos de esa persona no ha significado nada porque ahora que la tienes delante sientes como si el día anterior hubieses estado con ella, como si llevases con ella toda la vida.
Va de conversaciones sin fin.
Del reloj sorprendiéndote con la hora.
Va de cariño.
De comprensión.
De empatía.
De no sentirte sola, de sentir que estás con un igual, alguien te comprende y te valora.
De sentirte apreciada y querida.
Va de cosas muy claras, sin tener que agotarte leyendo entre líneas.
Va de poder hablar de cosas de las cuales no podrías hablar con otra gente.
Va de por qué esos diez días no fueron perdidos y tuvieron sentido.
Va de ti, Querida, y de por qué este verano será especial y para el recuerdo, porque nos reencontramos, nos redescubrimos, nos acercamos, nos confesamos, nos reímos hasta que nos dolió el estómago, nos sentimos comprendidas y en compañía, hablamos de mil y una cosas, nos vaciamos de cosas que teníamos guardadas dentro y pesaban mucho. De cosas que analizamos, comentamos, diseccionamos y estudiamos entre risas y jugueteos con una perrita loca a la que echo enormemente de menos.
Va de darte las gracias y de prometerte que siempre, pase lo que pase, aunque me den mis bloqueos Aspie y desaparezca largas temporadas porque siento que no puedo con mi vida, siempre estaré aquí si me necesitas, hazte a la idea de que sólo tienes que asomarte a la galería y pegar un gritillo y yo asomaré la cabecita por la ventana.
Va de prometerte ir más a verte, de hacerme el firme propósito de ahorrar un poco y cuando pueda ir a pasar unos reconfortantes días allí contigo.

Porque nos han quedado muchas cosas por hacer: vídeos, fotos en la playa, ir a lugares abandonados, salir de copas, salir de tiendas, comer, merendar, cenar, maquillarte, conocer a tu Queridillo... y tantas y tantas otras cosas que no voy a enumerar porque acabaría quedándome un post infinito que nadie sería capaz de leer, ni siquiera tú.

No somos familia de sangre pero me crié con tus dibujos, tus toys, Rick Astley, el Cola- Cao con gusanos, esperando a verte llegar en aquél coche azul para ver cómo llevarías el pelo.. y sobre todo de recordarte que la regla pasará y cosas peores llegarán.
Me crié muy cerca de ti y ni los años ni la distancia han podido con eso.
Aunque no nos una la sangre nos une la comprensión, tal vez el Aspie, todos los millones de recuerdos que tengo con vosotras... y nos unen las ganas y sobre todo, sobre todo el cariño, que es lo más importante.

Gracias Tiíca, por los dibujos, por la compañía, por los recuerdos de mi infancia, por las tardes - noches de Julio, por estos diez días, por la conversación de ayer... por todo.

Te quiero, Tía.

domingo, 2 de septiembre de 2012

Saber que tienes una mala mano y aún así arriesgarlo todo. Y obviamente, perder.

Comentábamos una amiga y yo que cuando uno hace un viaje se abre una extraña dimensión temporal: cuando llegas al lugar de destino parece que hace eones que te fuiste del lugar de origen y cuando vuelves a él parece que nunca te hubieras ido, que no ha existido ningún viaje, que todo lo has soñado.

Así me siento yo ahora. Me da la sensación de haber perdido diez días de mi vida, de no haberme ido nunca a ninguna parte. Parece que todo lo que ocurrió en ese viaje no fue real, que lo soñé una noche.

No soy capaz de recordar nada con claridad, los días se entremezclan unos con otros, los recuerdos son difusos, no puedo ver ninguna cara, no puedo recordar ninguna conversación con exactitud.

Sé que hubo cosas que ocurrieron pero no guardo ningún recuerdo de cómo sucedieron, flashes borrosos, en cuanto intento fijar una imagen en mi mente se desvanece, si intento reconstruir alguna conversación pierdo las palabras antes de poder hilarlas. No sé cómo llegué allí, no sé cómo llegué a aquello, no sé cómo todo se fue desmoronando poco a poco.
Supongo que es lo que ocurre con los castillos de naipes, basta un movimiento un poco brusco, un ápice de aire para que se desmoronen.

Nada fue nunca real, tal vez por eso no puedo recordarlo. Tal vez todo pasó en una dimensión paralela que nada tiene que ver con ésta. Quizá no era yo misma, quizá era mi yo en esa otra dimensión quien vivió todo aquello.

Ahora he vuelto a mi dimensión real, tangible, y todo aquello no es más que el residuo de un viaje sí, de un viaje astral, de un viaje en sueños, de un viaje no real al fin y al cabo.

Nada fue nunca real, tal vez por eso no puedo recordarlo. He perdido diez días de mi vida.