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sábado, 5 de mayo de 2012

Yo no soy un juguete ni La Dama De Hierro.

Yo pensaba que había dos cosas que no soportaba: la mentira y la traición (que aunque puedan parecer lo mismo no siempre van de la mano). Hoy me doy cuenta de que hay una tercera cosa que detesto: ser una tirita.

Supongo que a todos nos ha pasado pero a mí me cansa que me suceda y me cansa e incluso me llega a enfurecer no aprender de ello.

Ahora mismo sé que lo que siento se pasará, siempre se ha pasado.

Verás, yo tenía a mi ex metido hasta el tuétano. Me corría por las venas, veía por sus ojos, mi corazón latía al vaivén de su voz. Lo adoraba. Lo quise tanto, tanto que creí firmemente que jamás, por mucho tiempo que pasase, dejaría de quererlo. Pensaba que podría perdonárselo todo porque no me quedaba más remedio: le quería y cualquier cosa que hiciese, por terrible que fuese, jamás llegaría a destruir aquél amor que sentía por él por mucho empeño que yo pudiese poner en liberarme de ese sentimiento.
Me sentía como un boomerang, podía irme, podía irme muy lejos, incluso podía ser él quien de un manotazo brutal me mandase a años luz de distancia. Podía tardar meses, años en encontrar el camino de vuelta. Pero como al boomerang, una fuerza superior a mí me atraía hacia él como un imán. Él era el principio y el fin: todo empezaba y terminaba en él, mi vida era un círculo cuyo centro era él y nunca avanzaba porque siempre, pasara lo que pasase, invariablemente terminaba con mi vida suspendida en sus manos, como el cigarro que sujetaba levemente entre sus labios. Bastaba que él abriese la boca para dejarnos caer pero tarde o temprano volveríamos a aquella cueva oscura y húmeda porque mi destino, igual que cualquiera que el de aquellos cigarros, era terminar allí. Había nacido e iba a morir por y para estar entre sus labios.

Lo que se me había pasado por alto es que yo no era un cigarro. Pequeño detalle a tener en cuenta.
Yo era una persona, con un corazón, unos sentimientos, unos deseos. Y era una persona joven, muy joven, una niña todavía a quien le faltaba convertirse en chica y después en mujer. Errorcillo de cálculo, supongo.

Así que al final la niña se cansó de no sólo no tener juguetes sino de ser ella misma el juguete, se levantó y no volvió nunca más a jugar a aquella casa porque ella nunca allí nunca podía jugar y si su anfitrión por algún acto de enorme generosidad la dejaba jugar un ratito, ella nunca ganaba.

El resto de la historia ya lo conoces. Que hasta hoy. Que sí, que lo quise muchísimo y esto y aquello pero la paciencia tiene un límite y la imbecilidad transitoria es, a Dios gracias, eso: transitoria.


Unos años antes de aquello perdí a la consideraba mi mejor amiga. Mi otro yo. Mi hermana adoptiva.
Aquella amiga que lo sabe todo de ti, a la que no hace falta que le cuentes nada porque antes de que tú abras la boca ella ya lo sabe.
La amiga que por mal que se pongan las cosas siempre sabe reconfortarte y sacarte una sonrisa, una carcajada sincera.
La quería muchísimo. Hubiera hecho cualquier cosa por ella. Lo último que quería y menos en aquél momento era perderla. Porque yo ya había perdido demasiado entonces como para perder también a mi hermana. Lo único que yo creía que me quedaba en aquél momento era ella.
Pero ella se cansó, no me entendía y se hartó de no comprender lo que me estaba pasando y montó en cólera y se fue. Y a mí aquello me hizo mucho, muchísimo daño, así que intenté devolvérselo para ver si así entendía lo mucho que me había dolido perderla.
Obviamente no entendió un carajo y aquello fue el punto y final definitivo.
Lo pasé muy mal durante años. Echaba de menos a mi amiga, a mi hermana. Sus bromas. Su risa. Su forma de dejarme la habitación empantanadísima en cuanto entraba en ella. Las noches de mentiras y líos, las madrugadas de risas. Los gabinetes de crísis poniéndonos cerdas a comer cualquier cosa que hubiese en la nevera. Todo, lo echa de menos todo.
Al final, por estas maravillas de las redes sociales nos volvimos a encontrar. Hablamos de lo pasado y de que eso era, pasado. Que éramos muy jóvenes y no nos habíamos entendido la una a la otra pero que las dos sabíamos que lo que la otra había hecho no lo había hecho con mala intención sino porque las situaciones, la suya y la mía, nos habían sobrepasado.

- ¿Vas a quedar con ella?, me preguntó otra amiga.

- Ahora mismo no, más que nada porque no vive en la ciudad. Pero de no ser así tampoco lo sé. No quiero sentarme delante de ella como hice mil millones de veces en el pasado y no reconocerla. Ver a una extraña en vez de a mi amiga. No quiero eso, me moriría de pena.

Eso es lo que pasa, ¿sabes? Que llega un momento en el cual ha pasado tanto tiempo que la relación es insalvable, que ya nunca volverá a ser lo que fue.

Y no quería que eso me pasara contigo sin embargo sé que me pasará. Me pasó con dos pedazos de mí misma: mi amor y mi hermana, ¿cómo no va a pasarme contigo?
Me olvidaré de ti igual que de ellos, me olvidaré y no serás nada, no quedará nada de ti, de lo que un día fuimos, de lo que un día no hace tanto vivimos, compartimos durante tantas horas, tantos días, tantos..

Pero dejando esto de lado está el tema de las soluciones provisionales. Los amigos de paso. Los amigos puente. Las tiritas de toda la vida, vaya.

Esto me ha pasado otras tantas veces. Persona perdida en medio se su vida, rechazada, fuera de lugar, que no sabe dónde ir ni qué hacer y allí estoy yo. Y bueno, ya que ella se presta tomemos lo que tiene que dar.
Durante meses, años, succionáis cuanto tengo y más. Mi tiempo, mi cariño, mi amor. Y a veces más.
Y cuando llega la pareja de turno, el grupito nuevo de amigos, a mí que me den.
Ya no hay tiempo para quedar conmigo, no hay respuesta a los sms, no hay nada. Vacío absoluto: 'ya no te necesito, nena'.

¿Y yo qué? ¿Y si yo sí te necesito a ti? ¿Dónde quedan las confidencias, las horas de charlas, de risas, de sueños compartidos? ¿Los yo siempre estaré aquí, yo nunca me iré, a mí no vas a perderme? Eh, ¿dónde están ahora? ¿Cuántas veces me prometiste que no iba a perderte, por Dios Santo, cuántas, cuantísimas?
Y ¿dónde queda eso ahora? ¿Dónde quedo YO ahora? ¿Qué pasa conmigo ahora? ¿Qué va a ser de mí?

Prometéis en vano. Soltáis una retahíla de palabrería barata que en ningún momento vais a cumplir, ¿por qué? ¿Por qué a todo el mundo le es tan fácil mentirme a la cara, prometer y prometer sin tener la menor intención de cumplir nada?

Y lo que es peor, ¿tan poco valgo yo? ¿Tan poco valgo como para que queráis mantenerme en vuestras vidas? ¿Tan poco os di? ¿Qué fue lo que os faltó? ¿Qué es lo que necesitabais que yo no os supe dar?

¿Por qué nadie, nadie, nadie, nunca me ha querido lo suficiente como para cumplir las promesas, para luchar por mí, por mantenerme en su vida? ¿Qué es lo que hago mal?

¿Eso soy yo, una solución provisional, un albergue? Yo quiero ser La Solución, quiero ser un hogar. No quiero ser transitoria. Quiero ser importante, imprescindible.

Quiero tener valor, ser valiosa. Pero no lo consigo, nunca le importo lo suficiente a nadie como para no hacerme daño y no entiendo por qué.

Más de lo que os doy no puedo dar. Más de lo que os quise no os pude querer. Lo hice todo, todo lo que estaba en mi mano, todo lo que creía que necesitabais, todo lo que se me ocurría, todo lo que estaba al alcance de mi mano, todo lo que me pedíais. ¿Qué os faltó?

Y... ¿qué me falta a mí para ser una constante en la vida de una persona, para ser imprescindible, para que no queráis perderme nunca? ¿Qué es lo que hago mal?

¿Cuántas veces más me va a tocar pasar este dolor?

No importa porque sé que, igual que antes, se pasará. Pero mientras se pasa duele y mucho. Y cuando a mí algo me duele así ya no tiene arreglo porque una vez pasado el dolor, el mal trago, las preguntas, las lágrimas, es del género gilipollas volver a meterse en el mismo fregao otra vez porque quien te la hace una vez te la hará mil.

Y yo quiero aprender. Quiero aprender de esto y volver a mí burbuja protectora lejos del alcance de vampiros emocionales disfrazados de amigos (no tenéis ni idea de lo que significa esa palabra).

Quiero que sea la última vez que esto me pasa. No pienso permitir nunca más que nadie me use como un vibrador y que cuando encuentre otro modelo u otro amante que le guste más se olvide de mí. Yo no soy un kleenex, un vibrador, una animadora de fiestas, una ONG. Soy una persona y aunque es difícil hacerme daño, coño, por el amor de Dios, tengo sentimientos y estoy harta de que me los trituren.

Yo también necesito que alguien cuide de mí, que alguien me seque a mí las lágrimas. El problema es que en mí no es algo transitorio, no cambio de sentimientos como de bragas.

Vosotros sí, siempre lo supe. Culpa mía. Eso es lo que más me fastidia, que me mentisteis, me dijisteis que siempre estaríais ahí para mí, que nunca os perdería y era mentira pero yo me esforcé siempre por creerlo y aunque sabía, sabía y sabía que era mentira... cerré los ojos con todas mis fuerzas y deseé creérmelo.

Y quiero que sea la última vez que esto me pasa. No quiero que nadie vuelva, nunca más a jugar conmigo.

6 comentarios:

  1. Me siento tan identificada xoxo...

    me da pena que no estemos más cerca.

    Te aprecio mucho, espero que lo sepas... al menos...

    besos!

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  2. Gracias xoxo, yo a ti también, es un sentimiento mútuo...
    Sí que es una pena que no estemos más cerca porque creo que nos comprendemos la una a la otra y nos parecemos mucho..
    En fin, ¿tal vez algún día...?

    Un beso grande :)

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  3. Me encanta leer tus palabras, imagino que no es la primera vez que lo escuchas...aunque ha sido en tu última publicación en la que me he sentido mas identificada. Será la forma de regalar la amistad lo que a la larga nos trae ese sufrimiento. A veces pienso que soy yo, que espero o quizá entrego demasiado... Te mando un saludo a la espera de tu próxima entrega. Un besico.

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  4. Muchas gracias... Creo que aunque hubiese oído antes esas palabras son el tipo de palabras que nadie podría nunca cansarse de escuchar :)
    Yo también pienso que soy yo, que pido demasiado, que no doy lo suficiente, que tal vez no valgo la pena, no lo sé. Mi pareja me dice que es la sociedad, una sociedad egoísta que sólo busca lo que necesita y cuando ya no le es útil lo arrincona en el trastero y 'compra' algo nuevo. Tal vez tenga razón y tal vez por eso estemos juntos, porque nosotros no concebimos las relaciones como algo que se usa y se desecha. Y es reconfortante saber que no somos los únicos ;)
    A ver la si la próxima entrada es un poco más alegre, que llevo una racha que no escribo más que lamentos...

    Un beso fuerte para ti también y gracias por pasarte a leer y tomarte el tiempo de comentar.

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    Respuestas
    1. Tb estoy de acuerdo contigo en esto y sabes una cosa? Creo que tenemos la misma suerte de tener a esa persona que nos llena de verdad. Tal vez lo que no nos sabe regalar la amistad lo hace el amor...y al menos a mi me alegra la vida! Me alegra saber que el amor me suple por entero lo demás, y a ti tb! Un besico desde Teruel!

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    2. Desde luego es maravilloso, yo también pienso que lo que me falta en el terreno amistoso lo tengo en el sentimental.. lo hablaba el otro día con mi novio, él es más que mi amigo, es mi mejor amigo, mi confidente, mi cómplice.. y mi amante, claro :) Y eso es precioso, tal vez no se pueda tener todo pero con mi amiga de la infancia, mi familia y mi chico tengo mucha suerte, quizás es más de lo que mucha gente tiene..
      Me alegro de que tú también tengas a esa persona especial que hace que el resto de cosas sean soportables y valgan la pena :)

      ¡Un beso grande y gracias por pasarte y comentar!
      xXx

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