Contacto

Ponte en contacto conmigo: diariodeundramaanunciado@gmail.com

domingo, 27 de noviembre de 2011

Y decirte alguna estupidez como por ejemplo 'te quiero'.

Una vez más me ha pasado lo típico de estar buscando un papel importante, una cosa muy concreta y sumida en pensamientos del tipo tengo que empezar a ser más ordenada, esto es un desastre, ¿qué habré hecho con el papel? J*der me c*g*o en mí.. Por favor que aparezca el papel, que aparezca, por favor, por favor, por favor, prometo ser más ordenada de hoy en adelante, de repente encuentro un taco de papeles un poco desgastados, polvorientos, que no sé qué son de modo que abro uno de ellos, un sobre amarillo con una letra que ya no reconozco, en mayúsculas, que tiene hechos a boli bic azúl unos dibujos extraños y comienza con Lee esto cuando lo necesites, tal vez todos los días porque son cosas que no cambiarán... y me quedo de piedra, cuanto más porque pensaba que había tirado esas cartas.

Que te quiero y sólo tengo un propósito: hacerte feliz. Por eso me levanto todos los días.

Que tu novio te quiere muchísimo, quiérele un poquito tú también a él.

Vales muchísimo, tú lo vales todo.

No vuelvas a decirme esas cosas nunca más, yo te prometo poner de mi parte...

No me falles aunque no estemos juntos, por favor.



Leo cosas sueltas, sé que si lo leo todo voy a recordar y si recuerdo.. verás, es que yo no quiero recordar. Ni lo bueno, que fue más bien poco, ni lo malo, que casi acaba conmigo.


No te quería, nunca te quiso, me dice todo el mundo. Yo por mi parte a veces también digo que yo tampoco te quería, que dependía emocionalmente de ti porque a eso me habías enseñado. Pero lo cierto es que te quise sin medida, claro que te quise. Tú lo sabes, te lo decía continuamente, hasta el último día: te amo. Me fuí tranquila por eso, porque sabía, sabía en lo más profundo de mí misma que por mucho que tú te empeñases en hacerle creer al mundo y sobre todo a ti mismo que yo nunca te quise, en los confines de ti mismo, allí donde termina la razón y comienza la convicción, las creencias, la fe y todo lo que escapa al raciocinio y es intangible, allí donde anidan nuestros miedos, nuestras obsesiones y nuestras emociones más hondas sabes que te quise como nunca nadie te había querido antes ni te querrá en un futuro por mucho que vivieses ciento cincuenta lustros y que estuvieses con una mujer distinta cada día de ellos.

Yo no sé si tú me quisiste, en su día, bien lo sabes, todo aquello me sonaba a recurso de un abogado, a plática de orador ante un auditorio, no a un novio enamorado hasta la médula. Ahora no sabría decirte, lo leo sin juzgarlo, lo leo desde lejos, desde la burbuja protectora que me dan el tiempo, la madurez, la serenidad y un amor que me arrastró todo lo lejos de ti que pudo porque nada tiene que ver contigo, el norte y el sur.
Ahora han pasado exactamente siete años y a mí me parecen siete siglos. Es como si leyera una carta que no me pertenece, que no fue nunca dirigida a mí y me siento como si estuviese espiando la correspondencia de otra persona: no es para mí y aunque comprendo algunas de las cosas que el remitente escribe lo cierto es que otras no me son familiares: cosas entre el novio y la novia, supongo.
Para ser sincera esas cartas ya no van dirigidas a mí, lo fueron tal vez un día pero ya no. Además no soy la persona que era cuando me las entregaste, poco o nada que tengo que ver con la chiquilla impulsiva que se devanaba los sesos intentando entender qué es lo que tanto ella misma como el chico que tiene delante sienten. La niña que no quería dejarse domesticar y se rebelaba contra todo y todos. Qué bonitos a la par que confusos y aterradores son los veinte años, cuando sientes que lo quieres todo, que nada te basta y que no sabes cómo comerte el mundo a bocados porque ni siquiera sabes cuál es tu lugar en él.
Y qué serena es la antesala de los treinta, cuando aprendes a aceptar en silencio lo que te dan sin atreverte a pedir nada más porque cuando lo haces te sientes egoísta e injusta. Cuando los gritos ya no alcanzan más decibelios que los que tu cabeza pueda albergar, gritos que nadie oye, que se ahogan en el estómago y no llegan no sólo a la boca sino tan sólo a la garganta. Gritos que se transforman en lágrimas unas veces, en sonrisas con un cáriz un poco amargo las más.

Ahora sé mucho de lo que nos pasó, cosas que entonces no entendía porque no las veía. Pero con eso y con todo tengo que dejar las clases de piscología y psiquiatría de lado, todo lo que he visto, todo lo que he leído, tengo que dejar sitio, por pequeño que sea, a la ingenuidad y decirte...

... y decirte... podría decirte tantas cosas y a la vez no sería capaz ni de empezar por la primera...

... y decirte... decirte...

... que no sé como dos personas que se querían tanto pudieron hacerse tanto daño.





2 comentarios:

  1. Me ha encantado... yo lo quemo todo en la chimenea... pero si tengo algunas cartas bonitas de personas que ahora son amigas :) Un besazo.

    ResponderEliminar
  2. Yo lo tiré todo y estaba segura, segurísima de haber tirado eso también, hubiera podido jurar que lo metí en la caja en la que metí el resto de sus cosas y que después tiré.. y de repente a cuento de nada me encuentro las cartitas delante de las narices... como no es que hayamos quedado precisamente como amigos no tiene mucho sentido que las tenga. No son cartas que me recuerden nada bueno, al contrario. No hay ni una sola carta de amor como tal, en todas pone 'te quiero' al final de un sinfín de folios poniéndome de hoja de perejíl, que al cambio es como si yo a ti te llamo zorra hija de mala madre y luego te pongo un smiley sonriente así que difícil es quedarse con el smiley después de la sarta de lindezas que te han dicho... ¬¬

    ¡A la chimenea con las cartas malvadas, muaaajajaja!

    Beso grande ;O*

    ResponderEliminar