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lunes, 22 de agosto de 2011

Sé infiel y no mires con quién.

El otro día comentábamos en casa, como quien habla de la última película que ha visto en el cine porque nosotros somos así de guays y de raros que ultimamente ha proliferado un tipo de página en internet un tanto curiosa: para que los casados / emparejados sean infieles.
Me veo en la necesidad de abordar este tema puesto que en las últimas semanas ha sido muy manido por mi círculo de amistades: el cuerno ¿es bello?, ¿es necesario?, ¿es aceptable y más aún, perdonable? ¿Estamos los humanos destinados a la poligamia y lo antinatural es la fidelidad? ¿Qué hacer cuando tu pareja tiene una cornamenta que se quedaría enganchada del Arco Del Triunfo Francés si intentase pasar por él?
Yo no es que sea una ferviente defensora del cuerno, los he puesto, como todo el mundo (sí, sí, tú que estás leyendo esto no me digas que no porque sabes que has sido infiel como todo hijo de vecino y si no lo has sido es bien porque nunca has tenido una relación que poder mancillar, bien porque no has tenido oportunidad de mancillarla) pero que los haya puesto no significa que los abrace, que me parezcan bien (especialmente no si la portadora de la peineta soy yo) o que recomiende ponerlos.
El cuerno lo pones cuando algo en una relación no va bien o cuando tú misma eres la que no va bien. Sea como sea, el cuerno es señal de que algo no está funcionando como debería.
No es que al estar en pareja haya que volverse, como dice Shakira en una de esas canciones en las que, extrañamente, se entiende lo que dice (yo soy fan del grupo de Facebook yo tampoco entiendo lo que dice Shakira en sus canciones y es que esta chica necesita unas clases de dicción como el comer, pero ese es otro tema) bruta, ciega, sordomuda, eso pasa los primeros meses y por suerte más que por desgracia, es transitorio: pasado un periodo de tiempo recuperas la vista y ves ejemplares dignos de admiración (ay Rodolfo Sancho, ¡si yo quisiera y tú te dejaras..!) pero no debería de pasar de ahí: contemplación, no toqueteo ni lengueteo ni sobeteo ni intercambio de fluidos ni... eso, vamos, tampoco hace falta perderse en detalles.
Lo normal es saber lo que uno tiene en casa y aceptarlo y quererlo con sus defectos y sus virtudes. Yo misma amo a mi novio con tierna devoción (vamos, que a veces lo estrangularía pero a grandes rasgos lo quiero mucho) pero cuando pasa un Macho Alpha a mi lado lo miro porque tampoco vivo en un universo paralelo. Y ahí queda todo, lo miro, puedo bromear sobre lo atractivo que es para encelar un poco a mi novio (tarea imposible, por otro lado) pero a la hora de la verdad, si el maromo se me acercase con intenciones copulativas, yo saldría por patas.
Porque el Macho Alpha puede estar tremendísimo pero el amor, la complicidad, la ternura, el cariño y toda esa interminable lista de cosas que tienes -o deberías de tener- con tu pareja, el maromo en cuestión no te las va a proporcionar en treinta minutos o en una noche (más de una noche ya no son cuernos, ya es una manada de arces con premeditación y alevosía). Y eso prima sobre una intensa sesión de intercambio de onomatopeyas, arañazos, mordiscos y saliva.
Cuando no es así deberían de sonar tooodas las alarmas: algo falla.

Pero aquí no termina todo. Hay veces en las que aún sabiendo que la infidelidad no está bien, nos lo pasamos todo por donde el vientre pierde su nombre y nos tiramos de cabeza al cuerno, doble salto mortal hacia adelante y gracíl (o no) caida sobre los labios (o alguna otra parte del cuerpo) del maromo de turno.
Y ahí ya empieza el remordimiento (quizás ahí, ahí, tampoco. Démosle un margen de treinta, sesenta minutos, tal vez incluso lo que dure una resaca en pasarse): que si ahora qué hago, que si se lo cuento a mi pareja, que si no, que si es que si no se lo cuento le estoy mintiendo, que si se lo cuento le haré daño... Y venga sesiones interminables de estrujamiento neuronal sobre lo que se debería o no hacer, incontables cafés con las amigas (miento: se suele empezar por un café pero a medida que aumenta la desesperación por no hallar una solución satisfactoria se pasa al batido de chocolate, a la cerveza, al vaso de vino, a una copa, a dos copas, seis copas, dos botellas... En este punto tratar de mantener la compostura, coger un taxi e irse a casa, de lo contrario la situación puede complicarse mucho más incurriendo nuevamente en el encuerne y entonces ya apaga y vámonos)
El caso es que a mí esto me parece sencillísimo: a nadie le gusta que le pongan los cuernos. No nos gusta sospecharlo, tener la duda planeando sobre nuestras cabezas cual nubarrón de tormenta de verano, no nos gusta la duda, el ¿y si...?, no, no nos gusta. Pero menos aún nos gusta la certeza del peso del cuerno sobre nuestras cabezas, las preguntas que surgen, la inseguridad, las tortuosas e inevitables comparaciones, etc.
De modo que para mí, si uno ha tenido los genitales de meterse en la cama con otro, tiene que tener también los genitales de aguantar la culpa.
Es muy fácil ir a tu pareja y entre lloros, culpas y disculpas, confesar para lavarse la conciencia pero ¿y el otro qué? Para aliviar tu mala conciencia entristeces a tu pareja, le haces pasar un mal rato. ¿No basta ya con haberla engañado, hay encima que explicárselo y que cargue con ello? Yo creo que no. Yo creo que uno y sólo uno es responsable de los cuernos que ha puesto y el cargo de conciencia que generan y por tanto uno y sólo uno ha de ser quien cargue con ello. Si los tuviste de oro para gozar, tenlos de oro para aguantar. No hay más.
Dicho lo cual, compartiré un punto más sobre mi enfoque en lo tocante a los cuernos: no me importa tenerlos mientras no lo sepa ni lo sospeche. A mí me da igual lo que mi novio haga una noche que pierda la cabeza en una botella de ron mientras sea conmigo con quien quiere estar (ojo, quiere, no siente que debe estar) y mientras sea algo puntual y no un hábito. En ese caso que le quiten lo bailao, eso que se lleva pa su cuerpo porque de todos modos me parece igual de feo que desnude a una tía con los ojos y se la coma en sueños, eso me parece tan cuerno como un revolcón.
Creo que una aventura de una noche es algo irrelevante si una relación es sólida. Pero como comentaba antes: que no venga a contármelo para lavar su conciencia.


Una vez parrafeado todo esto vuelvo al tema de las webs que te incitan y ayudan a ser infiel. Una cosa, creo yo, es que el encuerne surja y otra muy diferente es buscarlo. Para mí, si buscas un engaño a plena conciencia, con dolo, entonces ya es que o eres muy retorcido o quieres bastante poco a tu pareja porque si sales fuera a buscar lo que ella no te da, tal vez debieras de romper con ella e ir a buscarlo sin tenerla metida en casa esperando a que tú regreses. Eso ya alcanza niveles de cabronería muy altos y nadie se merece tener por pareja a un cabrón, encima infiel.


2 comentarios:

  1. Mira que echaba de menos leerte!!!
    Te has pasado al blogspot?? y eso?

    Informame, echo mucho de menos escribr, pero no tengo internet en casa y no creo que lo tenga hasta enero...
    ¿Que cómo sobrevivo?
    Trabajando de 8 a 9 (de la noche, entiendase!) y yéndome de cervezas con amorcito después ^^

    Tengo que retomar esto.. qué mono!!

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  2. No te creas que piloto esto demasiado, cuando lo haga te cuento :)

    Sobrevive que ya se acercan tus vacasssssssssssssss :D

    ¡Muah!

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